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14 Oct

Inolvidable viaje a Colliure, Francia

Publicado por elby

Inolvidable viaje a Colliure, Francia

Veníamos de viaje por la bella España, desde Tarragona y le propuse a Alain visitar los últimos lugares donde residió Antonio Machado, el gran poeta sevillano. Por allí también han pasado Jaime IV, rey de Mallorca y su esposa Juana; ambos exiliados, lo mismo que Machado. El poeta y los dos reyes coincidieron en Colliure, con siete siglos de diferencia. ¡Un humanista republicano y unos reyes guerreros juntos en las querencias!

Nada más cruzar la frontera deberíamos haber tomado el desvío a la derecha hacia Colliure, pero nos equivocamos y seguimos unos treinta kilómetros hacia delante. Agradecimos el error. Escuché una vez que algún presidente francés había dicho lo caros que le salían los agricultores, pero que ese desembolso merecía la pena, pues Francia parecía un jardín. Es cierto. Las carreteras secundarias están delimitadas por guardavallas de madera verdosa. Las banquinas aparecen cuidadas, sin restos de comida lanzada desde los coches, ni paquetes de cigarrillos vacíos, ni botellas de plástico. Las casas de los pueblos pequeños muestran sus fachadas perfectamente pintadas. Y algo maravilloso, no se ponen nerviosos al volante, por lo que las bocinas parecen no existir. Recorríamos, hasta que nos dimos cuenta del error, la ruta del vino. En todas las comarcas vitivinícolas, asociadas en el Mediterráneo con el olivo, las viñas y la tierra que las rodean aparecen tan humanizadas, tan mullidas y tan cuidadas, que da la impresión que estamos caminando por el jardín de nuestra casa. Vimos olivos centenarios y otros a los que sólo le habían dejado una copa redonda y perfecta. Parece como si los campesinos jugasen con los cultivos.

Dicen que a un pueblo se le conoce cuando se come su pan y se bebe su vino. Ampliándolo podríamos decir que viajar es, también, comer lo que cocinan, beber el vino que producen y saber cuál es su actividad principal. En cualquier viaje no se puede separar el apartado cultural del festivo o ritual, todo es Cultura. La parte del Rosellón que hemos visitado se dedica, en especial, a la viña, son productores de vino. En Colliure, además, salan anchoas desde hace muchos años. Se nota que están elaboradas a mano, todavía les queda en el lomo un tinte azulado, esto, y la sal, en su justa medida, hacen de las anchoas de Colliure, un producto exquisito. La Cultura, tanto de Perpinyà como de Colliure, es tan catalana como francesa.
Colliure, Colibre, Puerto libre, apareció ante nuestros ojos como el pequeño pueblo mediterráneo que es, como una enorme postal coloreada, protegido por el castillo y bañado por la mar azul, oscura, que le da el fondo de piedras casi negras. Mirando esa mar, a unos metros, sola y también coloreada, estrecha, está la casa donde murió Antonio Machado. La rodeamos con emoción, tratando de averiguar cual era la ventana de la habitación del poeta. La casa está abandonada, algunas hojas secas de los plataneros que la rodean intentan entrar en ella. La tierra que rodea a Colliure está plantada de viñas, aterrazadas, mediterráneas, a dos pasos de Pirineo. Rodean también la casa de Mme. Quintana. Colibre es uno de esos pueblos mediterráneos objeto del deseo de cuantas civilizaciones han pasado por su litoral.

Era miércoles y no había turismo, la gente, yendo y viniendo, vestía como lo hacen con temperaturas de entretiempo, unos con abrigos y a otros en mangas de camisa. El ambiente era una mezcla de hogar e historia, como esas casonas de piedra con los techos muy altos, pero con grandes chimeneas encendidas y sillones mullidos alrededor de ellas.

Bajamos hasta la playa de San Vicens en busca del “sol de la infancia” de Machado. Había que probar las anchoas de Colliure. En una terraza de nuevo, flanqueadas por el castillo construido en Catalunya por el conde de Roussillò, y al otro lado, cerrando la pequeña ensenada, el campanario de la iglesia que fue faro, redondo, alto, saliendo del agua, ojo eternamente abierto, señalando puerto y reposo.
Las calles de Colliure recordaban esos pequeños pueblos de pescadores, y han hecho un paseo en donde hay establecimientos que no desentonan con las casas pequeñas, de dos o tres pisos, pintadas con los suaves colores de la mar, de los cultivos y de la tierra. El resto de calles son estrechas, empinadas, algunas con escaleras, iluminadas con farolas en forma de quinqués, contraventanas de colores que abren hacia fuera y piedra lisa en el suelo. La calle Fraternité o de Les Estables, muestra ateliers d’art, casas pintadas en rosa, naranja y amarillo, con contraventanas verdes. Pese a la estrechez y oscuridad de la callecita, sus ventanas y puertas están llenas de macetas con flores. Como la tumba de Antonio Machado, como todo el hermoso cementerio viejo, en el centro del pueblo, muy francesa esa costumbre.

En Francia se cena pronto, aunque sea en Colliure, tan cerca de Catalunya. También se cena pronto en Catalunya. La gente trabaja y se levanta con el sol, en Colliure a las siete está todo cerrado. Hay muchos restaurantes, pequeños, sin bar, la mayoría de ellos con mesitas para dos. Ofrecen galletas. Gallettes de sarrasin, grandes, cuadradas, hechas con trigo negro, de tradición bretona, dicen. Las sirven abiertas y dentro lo que hayas pedido, desde vísceras adobadas, a patés, huevos, quesos. Exquisitas. Las comimos acompañadas de un vino rosado ecológico, de color rojo pajizo, con regusto a frambuesa madura. No hay que perderse el choucheu, que es un estilo de agua miel de miel fermentada. Fue una noche maravillosa. Al otro día, muy temprano, seguimos nuestra ruta por la hermosa región Languedoc. Roussillon.-

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Inolvidable viaje a Colliure, Francia
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Acerca del blog

Este espacio intenta presentar opiniones y críticas literarias, musicales , fílmicas. Así mismo expresa mis vivencia en viajes y vagabundeos por el mundo.